lunes, 16 de octubre de 2017

24 Ponencia Los Perez de Zarate Maria de Lourdes Lascurain - Argentina



LOS  ZÁRATE - ZARAZÚA (1750-1857)
LOS OBREGÓN-ZÁRATE (1858-1989)
Nueva España - México


Este ensayo presenta las primicias de un estudio histórico-genealógico sobre los Zárate, familia de terratenientes novohispanos a la luz de la conformación de sus principales haciendas: San Juan Pan de Arriba o del Bizcocho (Guanajuato) y Santa Catarina Mártir (San Luis Potosí). El haber revisado escrituras, testamentos, contratos de arrendamiento, partidas sacramentales, correspondencia y archivos familiares, nos arrojó una información  riquísima, misma que nos ha permitido levantar la historia de este linaje, hasta hoy desconocido.

La complejidad del régimen de la propiedad de la tierra durante el virreinato y su convulsión en el período de nuestras independencias, provocaron a fines del siglo XVIII y principios del XIX  grandes novedades en las haciendas, no sólo por la presencia de nuevos dueños, sino también por efectivizarse otras modalidades en la nueva  “composición de tierras”.

La habitualidad del sistema hipotecario de censos, las vinculaciones a mayorazgos, la fundación de capellanías y demás legados píos, asentados  en vida o en voluntades testamentarias de los detentores de la tierra, tuvieron un quiebre primero, con la implantación de la  Consolidación de los Vales Reales,[1] poco después, con el surgimiento de nuevas reglas de corte republicano y finalmente con la desamortización de las fincas rústicas y urbanas de las corporaciones civiles y religiosas, (“bienes en manos muertas”) que debilitaron profundamente las comunidades indígenas y  desarticularon el poder temporal del clero.[2]  Todo ello tuvo como resultado la formación de los grandes latifundios porfirianos Es en este ámbito histórico, que los Zárate ingresan al mundo de los terratenientes.  La compra-venta, las herencias y enlaces matrimoniales fortalecen al núcleo familiar.
*
Importantes y antiguos linajes así como personas de gran  valía, surgieron del lugar de Zárate. Julio de  Atienza[3] dice que eran descendientes de la casa de Ayala. Mogrobejo[4] comenta que de su antigua y noble casa solar, pasaron a Marquina de Zuya, Zurbano, Cigoitia, Cuartengo, Ondategui y Amurrio; que otras ramas pasaron a Vizcaya, fundando solar en Guernica, otras a Guipúzcoa, Galicia, Madrid, Toledo, Andalucía, Canarias, Colombia, Argentina y Chile. No menciona  a la  Nueva España, cuyo destino es del que en este trabajo nos ocuparemos. El nombre del lugar es toponímico y  responde las voces sustantivas de Xara/Jara, es decir, jarales, bosque, etc. y a la de Ate sufijo del euskara que significa, paso o puerto de montaña, abra, portillo. Se encuentra en el actual municipio de Zuya en Álava.

No ha lugar en este ensayo, abundar en el conocimiento de las decenas de personas con sangre de Zárate, que brillaron en las Armas, en las Letras,  en la Administración civil, en el orbe Eclesiástico, en la Diplomacia, en el Arte, en el Agro, amén de los que vistieron hábitos de  Caballeros de Santiago, Calatrava, Alcántara, Jerusalén etc. o como los que   ostentaron títulos nobiliarios como el Marqués de Montemira.

Sí merecen una breve mención:
-Sancho Ortiz de Zárate que firmó en el año de 1353 en Bilbao una tregua entre Oñacinos y Gamboinos.
-Juan Ortiz de Zárate, tesorero Mayor del Rey en el año de 1420.
-Agustín de Zárate, (Valladolid 1514-  ). Contador del Consejo de Castilla, cronista a cuya pluma le debemos la Historia y descubrimiento de la Provincia del Perú, cuya primera edición vio la luz en Amberes en el año  de 1555.[5]
Diego de Zárate, a quién Carlos V lo hizo “Caballero dorado “en 1530.
-Francisco López de Zárate, (Logroño 1580-Madrid 1658) poeta y dramaturgo del siglo de oro español.
-Juan Ortiz de Zárate (Orduña, Vizcaya c.1515- Asunción del Paraguay 26 de enero de 1576) Tercer adelantado del Río de la Plata, y fundador de innumerables linajes de  la Argentina, Paraguay, y Bolivia.
-Francisco Enciso Zárate, eximio literato del el siglo XVI español.
-Alonso de Zárate (Ciudad de México c 1635- ¿San Miguel el Grande c.1700?)  Pintor  de la escuela tenebrista novohispana, maestro examinador y veedor, convocado por Francisco de Florencia para la primera inspección de la venerada imagen de la Virgen de Guadalupe del Tepeyac. 
-Don Pedro José de Zárate Navia y Bolaños, Caballero de la Orden de Santiago, Teniente Coronel del Regimiento de Batavia en Lima; se le concedió el marquesado de Montemira, el 21 de nov. De 1775. (Real Despacho 7 de marzo de 1778).
-Jesús Zárate, escritor y diplomático colombiano. Siglo XX.

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En la Nueva España, desde muy tempranos años  del siglo XVI, se asentaron con fuerza conquistadora y  pobladora dos núcleos emanados de una o de  dos ramas peninsulares de la familia Zárate, que aún no he podido circunscribir. En efecto, en los territorios del Marquesado del Valle sitos en Antequera, Oaxaca, resalta uno  de éstos  dos linajes con fuerte presencia socioeconómica.  El segundo, con similares características en el ámbito de la Audiencia de México. Registramos varios casos aislados a lo largo de fines del siglo XVI y principios del XVII en Puebla de los Ángeles, en Michoacán y en la Audiencia de Nueva Galicia.

Es en pleno siglo XVII, cuando encontramos  a los  Zárate, objeto de nuestro estudio, asentados  en un  ámbito geográfico que ya desde el siglo XIX se le atribuía características de vecindad y cercanía: un triángulo territorial, que tenía su vértice en San Luis Potosí, zona minera, abarcando la Huasteca potosina y su basa piramidal en el Bajío guanajuatense, región inminentemente agrícola. Durante el virreinato esta zona dependía tanto política como eclesiásticamente de diferentes  autoridades: a la Audiencia de México y tímidamente a la Audiencia de Nueva Galicia; al Obispado de México y sobre todo al  de Michoacán.


El lector avezado advertirá de inmediato, la dificultad para el investigador, para reunir información  en tan diferentes repositorios: dos obispados, dos  ámbitos gubernamentales, y por cierto, a lo largo de más de 350 años. Aliviaré al lector anunciando que se ha contado con el maravilloso eje referencial de dos archivos familiares que, sin ellos sospecharlo, son interlocutores el uno del otro. A saber: el Archivo  de la Hacienda de San Juan del Bizcocho o Pan de Arriba en Guanajuato y el de Santa Catarina en Río Verde de San Luis Potosí. El de San Juan es riquísimo y tiene documentación desde la segunda mitad del  siglo XVI en adelante.  El de Santa Catarina tiene información mucho más tardía. Los dos nos hablan de la situación en que estaban estas fincas a fines del siglo XVIII y de cómo pasaron de manos de sus dueños inmediatamente anteriores, a los Zárate.

Nuestra historia, apoyada en ambos archivos y alimentada en varios repositorios eclesiásticos y civiles, comienza  en la segunda mitad del siglo XVII. Consta que para esas fechas, los Guillén, los Hernández, estaban sólidamente asentados en Santa Catarina de Río Verde (Huasteca potosina) y eran terratenientes en la zona. Así mismo sabemos que los Zarazúa, los Zárate y los Pérez de la Serna, gozaban de importante posición socioeconómica en San Luis de la Paz. Simultáneamente en San Miguel el Grande (Allende), centro neurálgico del Bajío también los mismos Zárate, otra rama de los Guillén, los Alday, y los de la Canal, eran detentores de la tierra. Los  grupos familiares enunciados, se entrelazaron, tanto por enlaces matrimoniales y herencias como por tratos comerciales, dando como resultado la hegemonía propietaria de los Zárate- Zarazúa. Este corolario ha sido el fruto de un detallado análisis genealógico de los linajes mencionados, enmarcados en su contexto histórico de la Nueva España virreinal y del flamante México independiente.
  
Como es bien sabido las grandes propiedades territoriales de la época, simiente de las futuras haciendas, habían surgido de las mercedes reales que otorgó la corona española en beneficio de conquistadores y pobladores, quiénes a su vez las incrementaron con  la compra o apropiación legítima o no de éstas. Estas regalías fueron languideciendo a principio de siglo XVII, y dieron lugar a lo que se llamó “Composición de tierras”, manera que implementó la Corona, para homologar, legitimar y escriturar títulos de propiedad, mediante un pago, ya fuese para la Armada de Barlovento o cualquier otra urgencia en el Imperio. El uso del agua y la propiedad de la tierra, con o sin solución de continuidad, quedaba en manos de estos nuevos terratenientes que así habían arreglado su propiedad. Dichas “Composiciones”  hicieron tanto civiles como eclesiásticos (con o sin testaferros).[6]

Algunas  modalidades en la tenencia de la tierra  fueron acentuándose con el paso de los tiempos. La fundación de mayorazgos y vinculación de fincas a ellos fue habitual; parte de San Juan Pan de Arriba quedó temporalmente vinculada al de Rincón Gallardo[7] (mediados de siglo XVII); aumentaron los  enlaces matrimoniales que duplicaban la fuerza del patrimonio; en el caso de Santa Catarina, casándose los Hernández con los Guillén y los  Zárate con los Zarazúa (mediados de siglo XVIII); o introduciendo las propiedades al sistema de censo, para acrecentar el capital o en caso contrario, para conservar el bien que presentara precariedad en la producción o la liquidez; esto aconteció en  ambas haciendas desde finales del siglo XVIII.

Importante catarsis provocó en la tenencia de la  propiedad, la promulgación del  Real Decreto del 28 de noviembre de 1804 que anunciaba la aplicación de la Consolidación de los Vales Reales, es decir cobrar y extraer dinero líquido para usos de la Corona, quién pagaría el 5 % de interés a  los bienes afectados, es decir sería como un  pago forzoso del crédito que gozaban del estado. Antiguos  dueños,  ante la imposibilidad de pagar sus deudas o de consolidar sus censos, tuvieron que rematar sus propiedades. Varios especialistas han visto en ello una de las causas inmediatas de las revoluciones de independencia en Hispanoamérica.[8]  


Los Zárate, en el umbral del siglo XIX tenían cierta holgura económica y absorbieron algunas deudas como anticipo de compra y consiguieron el arrendamiento de San Juan Pan de Arriba, circunstancia que lo colocó en una situación privilegiada que les permitió, finalmente tener prioridad para la compra de dicha finca y escriturarla en 1849. Santa Catarina, como veremos  llegó a sus manos  por el conveniente enlace de don Lucas Hernández Álvarez Guillén, alrededor de  1798,[9] con doña Bárbara A. Joaquina de Zarate Zarazúa.[10] Don Lucas era sobrino y único heredero de doña Eugenia Hernández,[11]  dueña de dicha hacienda.


Como eslabón de este linaje, en los años de la Revolución de Independencia, nos encontramos el capitán José Ignacio Pérez de Zarate,[12] quién muy probablemente nació en San Luis de la Paz el 24 de diciembre de 1783 y casó con Francisca de Paula Guillén Amador.[13] Éste estaba abocado de lleno en  la administración de San Juan Pan de Arriba (del Bizcocho) cuyos fraccionarios dueños a quién él les iba comprando, eran los Alday, los de la Canal y  los padres del Oratorio de San Felipe Neri en San Miguel Allende. La explotaba agrícolamente y fomentaba el ganado vacuno. No sería peregrino afirmar que en este momento, la casta de estos toros que forjaría la futura ganadería de lidia, se dejaba entrever. Hay firme tradición de que el cura Miguel Hidalgo y Costilla, gustaba de ir a torear  toros broncos  (bravos) en San Juan.


 Simultáneamente, su tía carnal doña Bárbara de Zárate y Zarazúa, viuda de Lucas Hernández, heredaba por testamento  (27 de noviembre de 1809) de su tía política doña Eugenia Hernández la mitad de la hacienda de Santa Catarina;[14] la otra mitad estaba adjudicada a pequeños herederos o copropietarios (uno de ellos era María Ignacia Zárate Zarazúa.) y destinada, amen de cumplir con las cargas pías habituales,  a  pagar el censo que pendía sobre la hacienda en favor de los padres franciscanos de la ciudad de San Luis Potosí.. Culminó la presencia y dominio familiar de los Zárate, pues en  el mismo testamento  se designaba a José Ignacio  como tutor de María Trinidad Hernández Zárate, su prima hermana y única heredera de la hacienda. En añadidura, el Bachiller José Joaquín Ignacio Zárate Zarazúa, misionero de la Santa Cruzada en los extramuros de San Luis Potosí, hermano de doña Bárbara, quedó como uno de los dos albaceas testamentarios.


Las vertiginosas páginas de la historia de nuestro flamante México independiente, influyeron directamente en nuestros Zárate. Doña Bárbara de Zárate, a finales de 1828,  después de haber logrado pagar censos, mandas y cumplir con los  pequeños beneficiados del testamento de doña Eugenia Hernández, para apropiarse de la totalidad de Santa Catarina  sufrió  flagrante confiscación de ésta: Por orden del Gobierno Superior, (instrumentado por el gobierno del estado de San Luis Potosí) a causa de  haber sido la mitad de esta hacienda propiedad de obras pías. Los frutos de esta usurpación se destinarían como la de  tantas otras, a financiar la campaña contra la invasión de Isidro Barradas, general español que en el verano de 1829 desembarcó en Tampico, procedente de Cuba, auspiciada por la Corona Española y alentada por algunos anti-independistas dentro del territorio nacional, para intentar la  reconquista de México.[15] Después de iniciales triunfos,  este movimiento fracasó.
¡Se salvaron  la Patria y la hacienda!


Nuestro ya conocido Capitán José Ignacio Pérez de Zarate,[16] a la sazón administrador de Santa Catarina (y recordemos sobrino carnal de doña Bárbara), salió al paso salvando la hacienda, asumiendo la subrogación de la confiscación, cuestión que le allanará el camino más adelante para heredar dicha propiedad. A instancias de las partes interesadas, se levantó en el año de 1830 un minucioso inventario para lograr una “equitativa” partición y amojonamiento de la finca.  Además, como por el testamento de doña Eugenia Hernández Guillén, había sido nombrado tutor de María de Trinidad Hernández Zárate, única hija de don Lucas Hernández y de doña Bárbara, por lo tanto heredera universal de Santa Catarina,  comenzó a administrar sus bienes. Para el buen destino de este linaje, María Trinidad   ingreso en un convento de ¿clarisas? en la ciudad de Celaya. Desconozco aún con cuánto finiquitó los bienes heredados de María Trinidad y sobre todos los derechos que la congregación pudiera demandarle, pero no he encontrado rastro de reclamo alguno. Quizá murió antes de tomar hábito.
Tras la muerte de doña Bárbara[17] y el ingreso de María Trinidad al convento  quedó José Ignacio como heredero de gran parte de Santa Catarina, con dudosos lindes.[18] A éste también muy pronto le encontró la muerte, que le acaeció antes de poder escriturar su otra finca: San Juan Pan de Arriba.[19] Al frente de estas dos grandes e inconclusas propiedades y en medio de los avatares políticos del 1840, quedaron su viuda, doña Paula Guillén y su hijo Juan Nepomuceno Zárate y Guillén[20]. Éste había casado con Gertrudis Martínez en el año de 1838. Doña Paula y su consuegro Vicente Martínez aunaron sus vigorosos esfuerzos administrando, consolidando, e incrementando la propiedad. Con miras a un mejor conocimiento de ésta y antes de obtener la escritura, que le daría la total posesión de la finca al heredero en turno, el anunciado Juan Nepomuceno, hicieron levantar un exhaustivo  inventario de San Juan en el año de 1840. Éste, junto con el de Santa Catarina del año 1830, representan verdaderas joyas para el estudio y aprecio de lo que eran estas haciendas.[21] Hacemos hincapié en que el primero se levantó con miras a la elaboración de la escritura definitiva que se efectuaría en 1849,[22] y el segundo para protegerse de una mayor confiscación por parte del gobierno.


Poco antes de alcanzar esta meta tan acariciada, Juan Nepomuceno  había fortalecido  al erario familiar con una tercera finca aledaña de San Juan, llamada “San Joaquín del Salitre”. Con ello cumplió el sueño de su padre quién habría iniciado su compra en la década de 1830. Liquidó hipotecas, saldó réditos vencidos y obtuvo escritura el 12 de julio de 1848, dejando una mínima  hipoteca.[23] Al poco tiempo murió la recia doña Paula, el alma de estas haciendas cerca de los 60 años. También el  nuevo heredero sufrió un  prematuro fallecimiento.[24]  Estas dos muertes marcaron  un hito en la infancia de los futuros herederos: doña Marianita y don Gumersindo Zárate Martínez.[25] A la orfandad paterna se sumó la ausencia materna  pues doña Gertrudis[26] su madre, radicaba en San Luis Potosí donde se ocupaba en quehaceres comerciales. Fue imprescindible y así se instrumentó con los elementos judiciales pertinentes, (partidas de bautizo y aceptación de los menores) que  recayese en el abuelo materno don Vicente Martínez, la tutoría de sus dos nietos. Esto sucedía el 14 de enero de 1855.[27]


Buen tutor y esmerado administrador fue el abuelo. Mantiene precariamente la parte edilicia del casco, mantiene las viejas represas, las trojes, la fábrica de vino de mezcal, el molino y la huerta. Hacen  tratos él, como primer albacea  y su hija como segunda albacea con aparceros,  y arriendan San Juan. Mantiene la casa en el pueblo de San Diego Pan de Abajo.  Esto sucedía en los primeros años de la década de 1850. La fortuna no le sonrió: le robó madera el arrendatario; las  malas cosechas y la baja de los precios del maíz y del frijol, lo empobrecieron al punto de no tener liquidez y tener que pedir préstamos y endeudarse. Tampoco la tuvo fácil regenteando la mitad de Santa Catarina, contemporizando con Ramón Adame, viejo amigo y apoderado de los Zárate,  quién en abuso de confianza, usando de su fuerza política, antes y después de ser gobernador del estado de San Luis Potosí, se había apropiado ilegalmente de más de  la mitad de la hacienda de Santa Catarina.


Corría así  el año del Señor de 1856,  cuando  procedente de  Santander, ingresa en nuestra historia Francisco Manuel Obregón Pérez,[28] de familias de “vecinos y del comercio de Villapresente” y de hacendados en Santillana del Mar.[29] No fue el primer Obregón de esta familia montañesa que vino a México, primos y tíos lo habían antecedido pero no consta que ellos lo hayan presentado a la familia Zárate, ni al endeudado abuelo de Marianita. Sí, tenía conocidos en Santa María del Río, importante pueblo cerca de ambas haciendas, adonde pudo escuchar y conocer la situación de éstas. Tuvo que haber venido con  una cierta liquidez o mucho donaire y soltura, pues en poco tiempo, el 16 de octubre de 1857[30] llevaba al altar a Marianita, en la iglesia del pueblo de  San Nicolás Tolentino, jurisdicción parroquial a la que pertenecía Santa Catarina. El 18 de julio de 1859 liquida ante la testamentaría Zárate los trescientos pesos que adeudaba su suegro,[31] mismo que el 28 de junio de 1860, le traslada tutoría que tenía sobre Gumersindo.


Estos acontecimientos  marcan un punto de inflexión en la consolidación de las propiedades: don Franco, como así se le conocía, con vigor, juventud y grandes dotes de administración, no sólo liquidó las deudas, sino que incrementó considerablemente las estancias, sobre todo la de San Juan, reconstruyó cascos, inició las obras de  una enorme presa “San Franco”,  recuperó y restauro  las dos antiguas, que ya existían: Santa Ana y Belem, circunscribió el estanque de San Javier, canalizó los “ojos de Agua”, reconstruyó las antiguas trojes: José, Jesús y María, construyó nuevas, remozó la fábrica de vino y el molino, inició la construcción de la barda de la huerta. Hizo potreros para implementarla cría del ganado bravo. La era dorada de estas fincas había llegado.


Finiquita los litigios que pendían sobre Santa Catarina, pactando con los abogados de Ramón Adame, para deslindar y amojonar con toda claridad la propiedad. Suscribe la escritura definitiva de San Joaquín del Salitre[32] ante  Manuel Arreola, escribano de la ciudad de México el 10 de septiembre de 1871.[33]  Con el riego, la bonanza agrícola salta a la vista. La ganadería crece cada día más. Fortalece el capital con giros financieros. Formó  una sociedad agrícola en Santa María del Río,  compró el rancho de los Ojuelos  en el estado de Guanajuato y fincas urbanas en la ciudad de México. Arregla de manera muy inteligente el ¨uso del agua”  cediéndole un surtidor de ésta al pueblo de San Diego Pan de Abajo (hoy de la Unión).


El ámbito familiar, no era menos promisorio, después de casi treinta años de feliz matrimonio, con la consecuente formación de la familia Obregón- Zárate, habían nacido y crecido tres futuros herederos: Amado,[34]Lauro[35] y Gonzalo.[36] No hay felicidad completa  y  en el  año de 1885, Mariana enfermaba gravemente. Testó el 7 de julio 1885.[37] Si bien la cuantiosa herencia de los Zárate y los bienes que había añadido don Franco al erario familiar estaban prácticamente mancomunados, con la  última voluntad testamentaria  de doña Mariana quedaban indivisos e inajenables por  ocho años a partir de su fallecimiento. Los herederos universales de todos los bienes, sus hijos y su marido, (este último con el aumento del quinto),  deberían quedar unidos salvo situaciones extraordinarias.   Así se lo indicaba a su primer albacea, su hijo Lauro y a su segundo albacea, su marido.
Dicha voluntad se cumplió por muy poco tiempo. Antes de la muerte de la testadora en noviembre 9 de noviembre de 1885 se formó la “Sociedad Obregón e hijos”. Tras la muerte de doña Marianita, acaecida el 15 de enero de 1886, la testamentaría se radicó en Guanajuato y se promovió la división de bienes. El 4 de septiembre de 1888, en la ciudad de México, ante el notario Vicente P. de Velasco quedaron asentadas las bases del nuevo acuerdo.  Se disolvió definitivamente la  “Sociedad de Obregón e hijos” y se escrituró un nuevo acuerdo entre el viudo y sus hijos donde se repartían la administración de los bienes, sin dividir. Se conformó una nueva sociedad que se llamó “Lauro Obregón y hermanos” en razón de quien sería el gerente de esta nueva sociedad.


Intuimos que uno de los motivos extraordinarios a contemplar para hacer esta nueva sociedad eran las nuevas nupcias que contraería el viudo con doña Soledad Gonzáles Rufo, dama  perteneciente a muy distinguidas familias estancieras de la Paz, Baja California. Para la buena fortuna de éstos herederos, a pesar del consabido dolor, don Franco murió repentinamente de un ataque de aneurisma en la ciudad de Guadalajara,[38] dejando a su flamante esposa, viuda con hijo prácticamente póstumo: “Franquito”  que murió párvulo. Únicos herederos, de esta riqueza, quedaban los tres hermanos Obregón Zárate. Cabe aclarar que  Gumersindo coheredero de Marianita en muchos de los  bienes, tuvo un hijo natural, Eduardo García que tampoco tuvo sucesión. La parte de su haber hereditario se la legó a su sobrino Lauro.

Muy jóvenes eran los hermanos Obregón Zárate cuando heredaron. Amado de treinta y un años, había casado en el 28 de julio de 1886 en la iglesia de San Miguel Arcángel de la ciudad de México con Elena Escalante Gómez de la Casa. Lauro, médico cirujano, había casado el 27 de octubre de 1887 también la ciudad de México en el Sagrario metropolitano con doña María Santacilia Juárez, nieta de don Benito Juárez. José Hilario Gonzalo había casado con Matilde Leal, era abogado y residía en la ciudad de Guanajuato. Sabemos que la relación con su madrastra fue buena en especial con la rama Obregón Santacilia.[39]

Aún desconozco si don Franco hizo o no testamento, pero por la puntillosa escritura que asentó con sus hijos el 4 de septiembre de 1888 me inclino a creer que el sentía estaba todo ordenado para un futuro inmediato, y que jamás sospecho que la muerte lo sorprendería a los 57 años y de manera repentina. Si hubo testamento y en algo modificó la distribución de la masa hereditaria, fue muy superficial.  Don Lauro, ya había sido  distinguido por su madre como primer albacea, su padre le ratificó su confianza haciéndolo Socio Gerente. Gonzalo administraría San Juan, y Amado Santa Catarina. Ambos bajo la dirección de Lauro. Este último a raíz de la muerte de su padre tuvo que dejar su profesión de médico cirujano y dedicarse completamente a la administración de las haciendas. Pocos años después los herederos se dividieron  las haciendas. Gonzalo y Amado perdieron Santa Catarina, que pasó de manera casi  inmediata a sus actuales dueños los Marti Cabrera.

A Lauro y a María les debemos la  cuidadosa dedicación e incremento de  San Juan y del Salitre. Heredaron a sus  hijos, dividiendo aún más la masa de los bienes. Unos heredaron, campo, otros fincas urbanas. De los hermanos Obregón Santacilia enunciamos a: María casada con Ángel de Lascurain y Osio pionero de la aviación mexicana abuelos de la que escribe; a Carlos eximio representante de la arquitectura mexicana; a Luis, siguiente eslabón de esta cadena.

Luis nació el  24 de agosto de 1900[40] en la ciudad de México. Se educó en los Estados Unidos y al volver, encontró la hacienda a la deriva. Logró detener la mala administración y despilfarro de sus hermanos mayores. Salvó la hacienda y pagó a sus hermanos, lo que aún les pertenecía. Tomó las riendas, la cuidó valientemente durante la Revolución. A partir de 1918 comenzó a formar lo que sería la famosa ganadería de lidia “Santacilia” que desde 1944 en adelante fue modelo de otras varias, (hoy en día casi extinguida).La agricultura llegó a plenitud; la restauración y conservación edilicia, fueron de primer nivel. La abundancia y hospitalidad no tuvieron parangón. Tuvo 5 hijos con  María de la Luz Mendoza. Viudo, casó con Enriqueta Regil Pinales, en San Luis Potosí, el 29 de noviembre de 1941. Única hija de este matrimonio fue Enriqueta Obregón Regil quién casó con Miguel Cortina Murguía en la capilla de la hacienda el 10 de septiembre de 1967.


 Salvó don Luis la hacienda del despilfarro de sus hermanos, de la Revolución, pero no de la Reforma Agraria. Presionado por ésta, entregó a varios campesinos parcelas de doce hectáreas cada una y dividió la propiedad de la hacienda entre sus herederos. Hoy en día la trabajan  fragmentariamente los Cortina Obregón  y los Obregón Mendoza.
Sic transit gloria mundi






BIBLIOGRAFÍA

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WOBESER VON, Gisela.  La formación de la hacienda en la época colonial.  México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1983, 220 p.

  




[1] Real Decreto de 28 de noviembre de 1804
[2] Ley de Desamortización, también se le conoce como Ley Lerdo y la promulgó Ignacio Comonfort el 25 de junio de 1856, siendo presidente sustituto de la República mexicana.
[3] Atienza Julio, Diccionario Nobiliario
[4] Mogrobejo, Endika et alius Blasones  y Linajes de Euskalerria
[5] Ver entre  los valiosos estudios  de Teodoro Hampe, el publicado en Caravelle
[6] Gisela Von Wobeser, La formación de la hacienda en la época colonial. El uso de la tierra y el agua.  
[7] Dueños de la famosa hacienda Ciénega de Mata en el actual estado de Aguascalientes.
[8] Ver Gisela Von Wobeser en Dominación Colonial y  Guadalupe Jiménez Codinach,
[9] Nacido en Santa Catarina c.  y con testamento en febrero de 1809  Ver el excelente trabajo inédito de María Isabel Monroy Miranda. (Una copia obra en el archivo familiar).
[10] Bautizada  en la parroquia de San Luis rey de Francia,  en San Luis de la Paz, el 5 de diciembre de 1761.
[11] Natural de  Santa Catarina y dueña de su finca; nació  c. 1736 y fue bautizada en la  iglesia de Santa Isabel, Armadillo de los Infantes, (Río verde). Testó en San Luis Potosí,  ante el Escribano Real Antonio María Suárez el 27 de noviembre  de 1809 a la edad de 73 años. Hija legítima de Nicolás Hernández y de María Micaela Gertrudis Guillén Rodriguez  que había sido bautizada el 7 de octubre de 1706, en la Iglesia de Santa Isabel, Armadillo de los Infantes.
[12] Nieto de Agustín de Zárate natural de San Miguel el Grande  y de  María Bárbara Rafaela Zarazúa  natural de San Luis de la Paz, m. en la parroquia de San Luis Rey de Francia en  San Luis de Paz  el 21 de febrero de 1751;  Libro VIII de asientos de paridas de casamientos, que empieza el día 10 de junio de 1748. P. 64 v y 65 f.  María Barbara Rafaela Zarazúa Arvizu, había sido bautizada en la parroquia de San Luis Rey de Francia  de San Luis de la Paz  el 27 de agosto de 1733. Bisnieto de Francisco de Zarate de doña Ines de Velasco, vecinos de San Miguel el Grande.
[13] De los Guillén de San Miguel. Era hija de Teodoro Guillén y de María Feliciana  Amador, fue bautizada en la parroquia de San Miguel Arcángel, de San Miguel el Grande, el 24 de abril de 1786.
[14]  El testamento de doña Eugenia  y las escrituras de los albaceas, por la multiplicidad de intereses encontrados que se suscitaron, fue varias veces trasladados. Copia, clara y en buen estado de estos documentos la encontramos en los registros de Antonio María Suarez depositados en  Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí.
[15] Gobernaba a la sazón la república mexicana,  Vicente Guerrero.
[16] Creemos, aún sin poder probarlo que era hijo prematrimonial de Rosa Agustina de Zárate Zarazúa, b. 28 de agosto de 1757 en San Luis Rey, San Luis de la Paz, y de Joaquín Nicolás Pérez de la Serna, b. en la parroquia de San Luis Rey,  el 15 de octubre de 1756, quiénes contrajeron matrimonio en la Parroquia de San Luis Rey en San Luis de la Paz el 3 de septiembre de 1786.  La otra posibilidad es que fuera hijo natural de María Ignacia de la Trinidad de Zárate Zarazúa b.  26 febrero 1755 en San Luis Rey San Luis de la Paz  y del Capitán José Miguel Pérez de la Serna.
[17] C. 1835.
[18] Litigio que solucionarán sus herederos en la segunda mitad del siglo XIX.
[19] Murió circa 1838.
[20] Nació circa 1810.
[21] Obran en el archivo familiar sendas copias.
[22] Ante  Miguel Caballero Estrada, Escribano de San Miguel Allende. Hoy en el Archivo de Protocolos del Estado de Guanajuato.
[23] Que canceló  su yerno don Franco Obregón obteniendo  escritura definitiva  en 1871.
[24] Murió a finales de  1850 con poco más de 40 años.
[25]  Ambos naturales de Santa Catarina. Nació Marianita el  24 de agosto de 1839 y fue  bautizada en la  en la capilla de la hacienda dependiente de la parroquia Santa Isabel Armadillo de los Infantes.   Gumersindo también fue bautizado en la misma capilla,  8 días después de su nacimiento que ocurrió el 30 de enero de  1841.
[26] Muere alrededor de 1860.
[27] Firmaron copias para las partes interesadas, el Licenciado José Manuel Patiño y demás testigos del Juzgado del Municipio de  la Villa de San Nicolás Tolentino, Partido de Guadalcázar.  Archivo familiar.
[28]  Nuestra Señora de la Consolación, Torrelavega   Libro de Bautizados que dio principio el 7 de mayo  de 1830  en el folio 28 vuelta y siguiente está asentada la partida de bautizo el día 17 de diciembre de 1831. Francisco Manuel  (Don Franco)  murió en Guadalajara  el 10 de diciembre de 1889 y sus restos fueron trasladados a San Juan para ser inhumado en la capilla de la hacienda.
[29] Noticias extraídas de la partida de bautizo de Adela Obregón Pérez, hermana menor de Don Franco: Parroquia de la Consolación en Torrelavega, 21 enero de 1842  Libro de Bautizados  que dio principio el 7 de mayo de 1830.
[30] Parroquia de San Nicolás Tolentino,  Libro de matrimonios que va de 1842 a 1880, p. 92. Fueron sus padrinos Gumersindo Zárate y   Doña Marina Martínez.
[31]  El acreedor era  Pioquinto Flores. Archivo familiar.
[32] Propiedad que había sido de los Alday y que como habíamos adelantado, había iniciado su compra José Ignacio Pérez de Zárate, en la década de 1830.
[33] Archivo Histórico del estado de San Luis Potosí,   Registro de la Propiedad,  V. 75.E69  páginas  160 r. 161 v. ante Manuel de Arreola.
[34]  Nació en Río Verde  1858.
[35]  Nació en Santa María del Río 26 de diciembre de  1859.
[36] Nació en Santa María del Río y fue bautizado en la iglesia de Santa María de la Asunción de dicha población el 8 de noviembre de 1861.
[37]  Testamento ante el Notario Vicente de P. Velasco. En la ciudad de México.
[38] Detalles ya citados.
[39] La que escribe fue ahijada de bautizo de doña Soledad.
[40] Bautizado el día 30 de agosto  en la iglesia de San Cosme y Damián, Sagrario Metropolitano, Ciudad de México.

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